Cómo transformar un pensamiento negativo en positivo

Cómo transformar un pensamiento negativo en positivo

¿Sabes cómo trasformar un pensamiento negativo en positivo?

¿Se puede transformar un pensamiento negativo en un pensamiento positivo? 

Barbara Fredrickson, psicóloga de la Universidad de Carolina del Norte (EEUU), ha demostrado cómo una actitud optimista frente a la vida puede ayudar al cerebro a pelear contra las emociones negativas. 

La investigadora ha constatado que, mediante determinados ejercicios, el cuerpo puede ser entrenado para promover respuestas positivas y multiplicarlas, logrando así generar un amortiguador natural contra el estrés y la depresión.

Lo primero que tenemos que tener claro es que los pensamientos a los que les “declaremos la guerra” nos van a atacar. Si cada vez que llega a nuestra mente un pensamiento negativo, nos resistimos a él, nos oponemos, o lo negamos, lo que va a suceder es que ese pensamiento va a persistir, y va a permanecer en nuestra mente una y otra vez. Cada pensamiento desencadenará más pensamientos de su misma naturaleza, y así hasta generar toda una inundación cognitiva que no nos ayuda.

Los pensamientos que tenemos pueden afectar nuestra vida cotidiana e incluso a nuestras emociones y comportamientos. Es importante entender la relación que existe entre contrarrestar el pensamiento negativo y reducir las consecuencias negativas del mismo. Para esto, lo primero que tenemos que hacer es identificar nuestros patrones de pensamientos negativos automáticos, que por la fuerza de la costumbre han pasado a formar parte de nuestras creencias fundamentales.

Nuestras creencias fundamentales están llenas de sesgos o distorsiones cognitivas. Es hora de identificar estas distorsiones y combatirlas para generar pensamientos positivos frente a cada nueva situación. Estos sesgos o distorsiones hacen que nuestra mente elimine la información que no le conviene para el mantenimiento de nuestras creencias y agrande o magnifique la información que sí concuerda con nuestra manera de ver la vida.

“El trabajo del pensamiento se parece a la perforación de un pozo: el agua es turbia al principio, mas luego se clarifica” -Proverbio chino-

Los pensamientos solo son una parte modificable de ti

El cerebro no busca la verdad, sino sobrevivir. En un mundo prehistórico, esta manera de comportamiento mental fue muy acertada, pero en el actual muchas cosas han cambiado. Ahora no es tan necesario dar una respuesta rápida para sobrevivir, como una respuesta adaptada a cada situación. 

Tenemos que tener presente que nuestro cerebro puede, en ocasiones, estar equivocado: puede que nos muestre la situación como piensa que es y no como en realidad es.

La mente busca ahorrar energía, darnos rápidamente una respuesta ante un suceso concreto, para tratar de tomar control y proporcionarnos seguridad y tranquilidad. Es en estos atajos mentales donde se producen las mayores distorsiones. Nuestro cerebro primitivo tiende a actuar rápidamente, como tenían que actuar nuestros antepasados para sobrevivir, de ahí el exceso de generalizaciones, filtraciones negativas y rigidez mental cuando procesamos la información de manera rápida.

En la actualidad, en nuestra sociedad son muy pocas las situaciones de peligro real que nos encontramos en nuestro día a día; casi todas las situaciones de amenaza son imaginadas o para las que sobredimensionan las consecuencias. Procesar la información de manera rápida nos hace caer en los sesgos que intentan hacer nítida una imagen distorsionada por la rapidez con la que la que hemos intentado procesarla.

Una de las mayores distorsiones involuntarias consiste en aceptar como una verdad absoluta la probabilidad de que algo pueda ocurrir. Esto nos lleva a actuar de manera ansiosa o deprimida sin que el hecho haya ocurrido. Solo alrededor del 20% de nuestros pensamientos ocurren en realidad. Así, nuestros pensamientos no deben de ser los jueces de nuestra vida, sino más bien los espectadores.

“Ni tu peor enemigo puede hacerte tanto daño como tus propios pensamientos”

La abstracción selectiva: maximizar lo negativo y minimizar lo positivo

La abstracción selectiva es una distorsión del pensamiento que te lleva a sentir que lo negativo es más relevante y está más presente en las situaciones que lo positivo. No es algo que te propongas, simplemente se convierte en una forma automática de procesar la realidad. Es muy probable que hayas adoptado esta forma de pensar por “herencia educativa” y no te hayas parado a cuestionarla.

Cuando se ha vivido en entornos donde se pone de relieve lo negativo de cada persona o situación, te acostumbras a pensar que este tipo de análisis es el correcto. Además, esta perspectiva va quedando fijada en tu cerebro paulatinamente y por eso no logras detectar las grietas que de verdad existen en tus razonamientos.

Puede que incluso hayas incorporado algunas justificaciones para pensar de esta manera. Quizás crees que si solamente te detienes en lo negativo, vas a correr menos riesgo de sentirte desilusionado o frustrado al no alcanzar un objetivo, o descubrir los errores o vacíos de las demás personas. 

También es posible que creas en aquello de que ver lo negativo es una actitud más analítica y crítica, porque lo bueno no hay que tocarlo y en cambio lo malo es lo que se debe mejorar.

La abstracción selectiva en la vida cotidiana

Las personas que mantienen esta distorsión en el pensamiento se muestran enfadadas con frecuencia. 

Es usual que tengan todo un catálogo de lo que no soportan o de lo que les indigna. No aguantan la impuntualidad, toleran todo menos la mentira, les revienta que la gente sea conformista y cosas por el estilo. A la vez, se sienten indignados y hasta agredidos por los errores de los otros. Esto, además, puede ser una forma de pensar que les enorgullezca.

La abstracción selectiva no solamente se dirige al mundo externo, sino que también, y muy especialmente, termina aplicándose a uno mismo. Esto da como resultado aquellas personas a quienes les decimos que “se arman una película en la cabeza”. Dicho de otro modo, son quienes suelen imaginar el desenlace de todas las situaciones como algo terrible o, en todo caso, negativo para ellos.

Este puede ser un ejemplo: el novio tarda un poco en llegar a la cita con la novia. Ella comienza a desesperarse y lo que imagina es que tal vez sea una manera que él tiene para comunicarle que ya no está tan interesado en la relación como antes.
Termina pensando que se trata de un hombre desconsiderado, egoísta y que, además, no la quiere, como en su mente se ha dicho a ella misma muchas veces. Cuando él llega, lo que hace es precisamente lanzarle todas esas acusaciones, sin tener en cuenta que su tardanza se debió a un accidente de tráfico, algo que escapa por completo a la voluntad del novio pero que ha tenido que sufrir igual o más que la novia.

Otro ejemplo, aplicado al trabajo, es el de alguien que ha preparado cuidadosamente una exposición y, tal como lo espera, resulta exitosa. Sin embargo, alguno de los asistentes hace alguna crítica respecto a un aspecto menor de la presentación. De esta manera, nuestro presentador elimina la sensación de triunfo y en su memoria solamente queda almacenada esta crítica, en la que se va a recrear una y otra vez los días siguientes.
Sale pensando que quizás los demás también tenían reparos, pero el único que lo expresó en voz alta fue quien formuló la crítica. Llega a creer que quizás todo su esfuerzo fue en vano, porque la presentación no respondió a sus expectativas, que en todo momento estaban condicionadas al cumplimiento de las expectativas de los demás.

Luchando contra la abstracción selectiva

Mantener la mente en el registro de la abstracción selectiva, indefectiblemente, nos conduce a estados de frustración y enojo. No es algo que enriquezca la vida de alguna manera, ni tampoco un tipo de pensamiento que se deba cultivar. Todo lo contrario: lo aconsejable es erradicar ese automatismo de nuestra mente, para llevar una vida más plena. Pero, ¿cómo lograrlo?

Como todo comportamiento mecánico, lo primero es hacer conciencia de que incurrimos en él. Es bueno que te hagas la siguiente pregunta: ¿cuánto valor le doy a lo negativo en las personas o en las situaciones?, ¿pienso, de algún modo, que lo negativo es algo que merece más aprecio que lo positivo?

Una vez que se reconoce la existencia de esa abstracción selectiva en nuestro pensamiento, lo siguiente es llevar a cabo un proceso de auto-observación para detectar si nos pasa con todo y con todos o se activa solamente en determinadas circunstancias. Esta actitud auto vigilante nos permitirá percatarnos de aquello que desata la distorsión. Lo más probable es que descubramos que el mecanismo se dispara en circunstancias que nos generan inseguridad.

Cuando llegue ese momento en que nos digamos a nosotros mismos: “Oye, estás viendo solamente lo malo”, estamos listos para dar el siguiente paso. ¿Por qué no intentar ver lo bueno, lo positivo?

Trata de convertirlo en un ejercicio permanente, casi en otro automatismo: a cada valoración negativa que hagas de algo o de alguien, inmediatamente debes contraponer una valoración positiva. “Encontré este defecto, ahora la tarea es encontrar una virtud”. Así estarás en el camino de superar el terrible peso de un pensamiento con abstracción selectiva.

Entiende a tu mente y tu mente te entenderá a ti

La mayoría de nosotros solemos dedicar una parte de nuestra atención a las actividades que estamos realizando en el momento, mientras que la mente y los pensamientos están trabajando en otro problema. Actuar así se denomina vivir con el “piloto automático”, ocupándonos de lo que hacemos con muy poca conciencia de los detalles del momento.

Ser plenamente conscientes de lo que está ocurriendo aquí y ahora es el estado ideal para combatir los pensamientos negativos. Aceptar que ese tipo de pensamientos son necesarios en determinadas circunstancias, y un círculo vicioso de premoniciones negativas que se retroalimentan, nos da la clave para contrarrestarlos por pensamientos más ajustados a la realidad.

Es posible que haya elementos de determinadas situaciones que no podamos cambiar, como el dolor, la enfermedad o una circunstancia difícil, pero al menos podremos darnos cuenta de cómo reaccionamos o respondemos a todo lo que nos ocurre. Haciéndolo nos situaremos en posición de desarrollar estrategias para cambiar la relación que tenemos con nuestras circunstancias y los filtros -no siempre amigos- que utilizamos para procesarlas.



“El cazador que persigue dos conejos no atrapa ninguno”


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