Otra vez la violencia escolar


Otra vez la violencia escolar

La violencia en las escuelas desborda nuestras hipótesis habituales, nos presenta desde otras perspectivas a estos sujetos que denominamos niños y nos advierte que somos incapaces de reconocer la resistencia que esta violencia significa al buscar inscribirse en un mundo que no es el que les ofrecemos.

Por Eva Giberti *

A esta altura del año, ¿para qué hablar de la que se denomina violencia escolar? He reflexionado reiteradamente con docentes de distintos niveles y dada la trascendencia que le adjudican a la influencia de la tevé arriesgo algunas tesis, provisionalmente dogmáticas. En la relación escuela/violencia existen diversos problemas que se articulan entre sí en forma de red. Los nudos que permiten entretejer esta red se movilizan y autocrean de acuerdo con lógicas disímiles, una de cuyas características es que funcionan al mismo tiempo.

Por una parte la lógica de quienes estudiamos el tema, por otra la lógica (múltiple y diversa) que se utiliza en los medios, y por otro lado los chicos. En el borde, en equilibrio inestable, la escuela. (El equilibrio inestable es una forma de equilibrio y no de desorden.)

Al anudar determinados sectores de la red, somos actores de esta problemática en tanto sostenemos aquellos programas de tevé que luego definimos como perniciosos. Este punto es estructurante: ¿cuánto pesamos nosotros en la construcción de la relación medios-violencia escolar? Dada la categorización de violencia estructural, diversa de la coyuntural, somos nosotros quienes actuamos en el nivel estructurante; mientras, la violencia en la escuela –protagonizada por los chicos– es coyuntural, aleatoria y constituye un fenómeno mediante el cual los más chicos se integran en la violencia gestada por otros, aportando sus posibilidades.

En cuanto a las reacciones de los alumnos considerados “los violentos” o “los difíciles” inferimos que la reiteración del arma en el aula está asociada a la cotidianidad del arma en la pantalla, como dato de lo que es y puede ser. Sin embargo, nutrida cantidad de chicos diferencia entre lo que ve en la pantalla y lo que corresponde hacer y no elige llevar un arma, o cualquier otra índole de desafuero. Pero si el grupo de pares pauta la acción violenta como algo admirable sin que alguno de los chicos ejerza la oposición, la tendencia grupal admirativa del héroe violento arriesga convocar al niño que inicialmente no tenía intención de adherir.


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