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Otra vez la violencia escolar


Otra vez la violencia escolar

La violencia en las escuelas desborda nuestras hipótesis habituales, nos presenta desde otras perspectivas a estos sujetos que denominamos niños y nos advierte que somos incapaces de reconocer la resistencia que esta violencia significa al buscar inscribirse en un mundo que no es el que les ofrecemos.

Por Eva Giberti *

A esta altura del año, ¿para qué hablar de la que se denomina violencia escolar? He reflexionado reiteradamente con docentes de distintos niveles y dada la trascendencia que le adjudican a la influencia de la tevé arriesgo algunas tesis, provisionalmente dogmáticas. En la relación escuela/violencia existen diversos problemas que se articulan entre sí en forma de red. Los nudos que permiten entretejer esta red se movilizan y autocrean de acuerdo con lógicas disímiles, una de cuyas características es que funcionan al mismo tiempo.

Por una parte la lógica de quienes estudiamos el tema, por otra la lógica (múltiple y diversa) que se utiliza en los medios, y por otro lado los chicos. En el borde, en equilibrio inestable, la escuela. (El equilibrio inestable es una forma de equilibrio y no de desorden.)

Al anudar determinados sectores de la red, somos actores de esta problemática en tanto sostenemos aquellos programas de tevé que luego definimos como perniciosos. Este punto es estructurante: ¿cuánto pesamos nosotros en la construcción de la relación medios-violencia escolar? Dada la categorización de violencia estructural, diversa de la coyuntural, somos nosotros quienes actuamos en el nivel estructurante; mientras, la violencia en la escuela –protagonizada por los chicos– es coyuntural, aleatoria y constituye un fenómeno mediante el cual los más chicos se integran en la violencia gestada por otros, aportando sus posibilidades.

En cuanto a las reacciones de los alumnos considerados “los violentos” o “los difíciles” inferimos que la reiteración del arma en el aula está asociada a la cotidianidad del arma en la pantalla, como dato de lo que es y puede ser. Sin embargo, nutrida cantidad de chicos diferencia entre lo que ve en la pantalla y lo que corresponde hacer y no elige llevar un arma, o cualquier otra índole de desafuero. Pero si el grupo de pares pauta la acción violenta como algo admirable sin que alguno de los chicos ejerza la oposición, la tendencia grupal admirativa del héroe violento arriesga convocar al niño que inicialmente no tenía intención de adherir.


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CRECEN LAS CONDUCTAS VIOLENTAS EN ALUMNOS DE 6 A 10 AÑOS


 Domingo, 15 de mayo de 2005.
SOCIEDAD › CRECEN LAS CONDUCTAS VIOLENTAS EN ALUMNOS DE 6 A 10 AÑOS

La violencia más pequeña

En los sistemas escolares público y privado detectan un claro crecimiento de inconductas, con protagonista cada vez más chicos: falta de atención, incidentes, agresiones. Los recursos para atender el problema, el riesgo de estigmatizar a los chicos.
Por Mariana Carbajal
El nene, de primer grado, acaba de revolear un punzón que impacta en la mejilla de una compañera. Después de escuchar el reto de la maestra, se queda en su silla, pero toma con las dos manos un cuaderno, lo lleva hacia atrás por encima de la cabeza y le pega una y otra vez al compañero que escribe mansamente en el escritorio de atrás. Más temprano, el mismo chico le había puesto el pie a otra nena y en el recreo recibió tres llamados de atención por pelearse. Este cuadro se dio en la última semana en un colegio privado del conurbano y es uno más de los que se vienen repitiendo en escuelas primarias y EGB del área metropolitana. Especialistas consultados por Página/12 coincidieron en que las conductas violentas –que siempre existieron– son cada vez más frecuentes en las aulas con niños pequeños. ¿Cómo enfrentan el problema los docentes? Directivos, psicopedagogas y psicólogas infantiles describieron esta nueva realidad que sacude los establecimientos educativos y aconsejaron cómo actuar.
Este año un padre se encadenó a una escuela pública de Villa del Parque para reclamar que separaran del grado al que concurre su hijo de siete años a un compañerito que supuestamente le pegaba. “La actitud del hombre, por demás repudiable, puso en primer plano un problema grave que se está viendo cada vez más: chicos con problemáticas de violencia que pegan y golpean a sus compañeros”, señaló Gabriela Dueñas, psicopedagoga que trabaja en colegios privados de sectores medios y altos de la zona norte. “Cada vez hay más casos de niños con inconducta: chicos que no pueden sostener la tarea escolar, que manotean o pegan a compañeritos. Casi siempre son chicos muy inteligentes, intelectualmente muy dotados”, indicó Carlos Prado, director de Educación Primaria del gobierno porteño. “Se están observando casos nuevos, de chicos que no tienen problemas de aprendizaje, pero tienen dificultad para la adaptación a lo cotidiano escolar: no respetan los tiempos ni las directivas básicas de la escuela”, apuntó Patricia Silva, psicóloga, coordinadora zonal de los equipos de orientación escolar de la Secretaría de Educación de la ciudad.
Los especialistas vislumbran que detrás de estos cuadros la mayoría de las veces hay situaciones de violencia familiar. “No necesariamente tiene que ser violencia física, a veces puede ser psicológica: un chico que está solo la mayor parte del día se siente abandonado. Por lo general, descargan en la escuela lo que viven en el ambiente familiar”, observó Dueñas. “A veces hay falta de límites o hay un trasfondo social de desocupación o desintegración familiar”, destacó Silva. La irrupción de esta problemática no sorprende a Silvia Duschatzky, investigadora de Flacso en el área Educación. “¿Por qué seguir esperando que no peguen, si la sensación es que se vive una guerra de todos contra todos en la sociedad?”, reflexionó. “La agresividad hoy es parte constitutiva de la sociedad y por ende de la escuela”, describió Ana Suárez Orozco, directora de la Escuela Nº 71 de Llavallol, enclavada en una ex zona fabril, con 430 alumnos de EGB y tres turnos de comedor.

Lista de espera:
Estas situaciones están obligando a los docentes a ocuparse de la problemática del pequeño que pega y muchas veces a dar respuestas a padres de los alumnos agredidos o que se quejan por los frecuentes disturbios generados en el grado. ¿Con qué recursos cuentan las escuelas para enfrentar este nuevo desafío? “No tenemos gabinetes psicopedagógicos en cada colegio, pero sí en cada distrito escolar hay una escuela de recuperación, con gabinete y equipos interdisciplinarios de orientación escolar que siguen estos casos problemáticos”, puntualizó Prado. Cada equipo de orientación distrital atiende a unas veinte o más escuelas. Si aconsejan que el pequeño siga un tratamiento psicológico, se plantean dos problemas: conseguir un turno en un centro de salud, donde hay largas listas de espera, y que la familia apoye al chico y sostenga la terapia. La otra cara de esta realidad es que “hay papás, profesionales muchas veces, que no aceptan que su hijo puede tener problemas de conducta”, advirtió Prado.
“Lo que demandamos cada vez más intensamente es que se le pueda ofrecer tratamiento en la escuela”, señaló Verónica Diez, directora de la Escuela Nº 9, de La Boca, de doble jornada, a la que asisten 470 alumnos. Al Centro de Salud Mental Nº 1, ubicado en Núñez, son derivados chicos de escuelas públicas y privadas tanto de Capital como de Vicente López, Florida y otros partidos bonaerenses aledaños. Están dando turnos recién para dentro de dos o tres meses, según informó Liliana Muafra, psicóloga y una de las coordinadoras del Equipo de Niños. “Hay un incremento de los pacientes con situaciones de violencia familiar y eso se manifiesta en la escuela”, precisó Muafra. Las 16 psicólogas que conforman el equipo que ella encabeza tienen actualmente entre 150 y 160 pacientes, de entre 2 y 13 años. “Si bien también hay casos de chicos de jardín, la mayor demanda se concentra entre los chicos de 6 a 10 años”, explicó.
En el conurbano también hay escasez de recursos para dar respuestas a este tipo de casos. “Ahora anunciaron desde el gobierno bonaerense que van a crear cinco mil equipos de orientación escolar, pero yo estoy reclamando uno en mi escuela desde hace diez años. Un equipo de otra escuela viene dos veces por semana a la nuestra, pero no nos alcanza”, indició la directora de la EGB de Llavallol.

Intolerancia:
Como primer consejo, Muafra plantea lo que también afirman otros especialistas: “No hay que etiquetar al nene como el violento y el malo de la película”. Otro aspecto fundamental, agregó, es que la escuela analice cada caso en particular. “No es lo mismo un chico que se pelea en forma circunstancial que otro que pega todo el tiempo”, diferenció. “Cuando hay violencia hay algo que no se pone en palabras. La idea es buscar qué es lo que no se está poniendo en palabras”, apuntó.
“Tenemos un doble problema: sostener al chico en el aula –es importante destacar que estos niños deben estar en la escuela– y también sostener a los demás compañeros”, evaluó Silvia, coordinadora zonal de los equipos de orientación escolar de Flores, Villa del Parque y Villa Devoto.
Es frecuente que padres de los compañeros de un nene que tiene conductas violentas en el grado planteen que ese chico no es para ese grupo. “Eso es lo habitual, lo que quieren es sacarlo porque plantean que desestabiliza el aprendizaje de los otros. Pero no podemos seleccionar a los niños. Buscamos dar todas las respuestas antes de tomar una decisión de esa naturaleza. Hay padres que comprenden, pero hoy hay una intolerancia muy marcada. La integración del diferente está instalada en el discurso, pero no en lo cotidiano”, consideró Prado, director de Educación Primaria.
“Hay papás que les dicen a sus hijos que la próxima vez que sean agredidos devuelvan el doble o el triple de fuerte o no se acerquen más a él, lo que finalmente va agravando la problemática, porque el nene termina discriminado o rotulado, cuando generalmente es una víctima de una situación familiar”, apuntó Dueñas. “Algunas veces hemos citado a todos los padres de un grado para explicarles qué está pasando. Es muy raro que se saque a un chico del aula. Además, a veces no se resuelve el problema sólo con que el chico vaya a un tratamiento porque el problema de violencia trasciende y es familiar”, sostuvo Diez, directora de la Escuela Nº 9, de La Boca. “Jamás planteo la expulsión”, aseguró Suárez Orozco.
Como alternativas, desde la Secretaría de Educación se propone que, “si el nene va a una escuela de jornada completa, vaya medio turno, o derivarlo a una escuela de recuperación con gabinete, donde puede realizar talleres. Hay que tener en cuenta, también, que muchas veces el cambio de escuela puede favorecerlo”, sostuvo Prado, con un largo pasado en la docencia.
Mientras tanto, como espejo de la sociedad, la violencia crece en las aulas, ya no de alumnos secundarios, si no en grado de primaria.

Fuente Diario Página 12



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