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Comunicado de prensa: El reino del revés. Violencia y salud mental



COMUNICADO DE PRENSA

 

El reino del revés: violencia y salud mental

 

La Asociación Argentina de Salud Mental (AASM) expresa su profunda preocupación y su más enérgico rechazo por las manifestaciones publicadas el día de ayer por el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en su cuenta de Twitter, en relación al lamentable hecho en la que resultó herida una agente de la Policía de la Ciudad por parte de una persona en situación de calle que estaría atravesando un padecimiento mental grave.

 

Ante todo, nos solidarizamos con la agente agredida y esperamos una pronta recuperación de las heridas recibidas.

 

En su mensaje, el jefe de Gobierno denomina “delincuente” a una persona que claramente está sufriendo graves problemas de salud mental y que viene siendo victima del tratamiento inadecuado y falta de cuidado por parte del sistema de salud mental de la ciudad de Buenos Aires.

 

Asociar la violencia y el delito al sufrimiento psíquico no es más que un acto de violencia simbólica que refuerza la estigmatización, discriminación, exclusión y odio hacia un colectivo que, lamentablemente, no encuentra una respuesta adecuada en el sistema de salud de la ciudad, cuyas autoridades se resisten sistemáticamente a cumplir con la normativa vigente, tanto a nivel local, como nacional e internacional en materia de salud mental.

 

Es necesario resaltar que la Ciudad de Buenos Aires, la más rica del país, es una de las pocas jurisdicciones que no han iniciado un proceso de reforma del sistema de salud mental.

 

Insistir en culpar por los hechos sucedidos a una persona con graves problemas de salud mental en situación de calle, pareciera ser un intento de tapar las fallas que existen en la Ciudad de Buenos Aires con relación a la violación de derechos básicos, como son la vivienda, la justicia, la salud y el cuidado, cuya responsabilidad es exclusiva de las autoridades del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

 

En este contexto, la AASM insta al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a iniciar un serio proceso de reforma para que los porteños y las porteñas gocen de un sistema de salud mental que contemple todos los dispositivos y apoyos comunitarios necesarios, como son los abordajes territoriales, hospitales de día, dispositivos habitacionales, culturales y sociolaborales, consultorios externos, acompañamiento terapéutico, atención domiciliaria e internación en todos los hospitales generales, tanto públicos como privados.

 

No hay salud sin salud mental, no hay salud mental sin derechos.

 

Comisión Directiva de la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM)

Fuente:
Enviado por mail de la  AASM

La distorsión del tiempo...

Este es un video introductorio, sobre algunas preguntas sobre el paso del tiempo. Por ejemplo

¿Por qué no todos percibimos el paso del tiempo del mismo modo?

¿Cómo el cerebro se las ingenia para calcular el tiempo?




El artículo que intenta responder a estas y otras preguntas lo podemos encontrar en este mismo blog en:









¿Por qué pensamos que lo bueno dura poco y lo malo una eternidad?


Reloj


¿Por qué para algunas personas el paso del tiempo transcurre muy rápido y para otras es muy breve?

Por ejemplo en la pandemia ¿por qué hay personas, que los meses que pasaron, lo vivieron como una eternidad y para otros el transcurso del tiempo lo vivieron como un período breve?

¿Por qué surgen dos percepciones opuestas del tiempo siendo que en general la mayoría ha vivido rutinas y situaciones similares?

¿Qué causa esta división?

Una explicación lógica y altamente aceptada y es que el cerebro tiene un reloj biológico. Hay ciertas regiones del sistema nervioso que tienen un funcionamiento cíclico con el que controlan algunos procesos básicos. Por ejemplo el sueño o el hambre.

Sin embargo, estos procesos elementales siguen un ritmo relativamente lento en torno a 24hs. Pero ¿qué sucede con aquellas situaciones que duran sólo algunos segundos o algunas horas?

En la neurociencia actual existe una discusión sobre cómo el cerebro se las ingenia para estimar la duración de algo que sucede.

Una de las investigaciones que viene pisando fuerte es la que dice que las reacciones emocionales sirven como unidad de medida del tiempo.

Las emociones producen cambios subjetivos y corporales que ayudarían al cerebro a reconstruir temporalmente el evento.

Las situaciones con una intensidad emocional muy alta, en especial las negativas, producirían un número elevado de sensaciones en poco tiempo.

La diferencia entre esa cantidad elevada de sensaciones con la cantidad mucho menor de sensaciones cuando se está en calma hace que percibamos todo más despacio.

Por el contrario en períodos una serie de sucesos menos relevantes haría que tengamos la percepción que todo pasa más lento.

Para que te hagas una idea más clara ¿Te pasó alguna vez estar esperando el llamado de alguien que te gusta o querés mucho? ¿No te pareció una eternidad hasta que llamó? Por ahí sólo pasaron 10 minutos pero a vos te parece una eternidad.

Las emociones es uno de los factores que afecta más la percepción del tiempo.

La rabia, el miedo, los celos se caracterizan por aumentar el estado de activación de la persona.

Por ejemplo quienes viven un alto nivel de estrés durante la pandemia hizo que percibieran una avance lento de los día.

Persona sentada deprimida. Detrás un reloj


Pero ¿Qué pasa con un estado de alegría o entusiasmo donde la persona está muy excitada? ¿No deberían también sentir que el tiempo pasa muy lento?

Sin embargo todos conocemos la frase que dice “lo bueno dura poco”. ¿Por qué parece que el tiempo vuela en estos casos?



Una mujer feliz enfrente de un gorila


La explicación viene de la mano de otro factor muy importante. En la percepción del tiempo también interviene a dónde está dirigido nuestra atención.

En un estado de activación por alegría, entusiasmo, o de excitación no estamos concentrados en el tiempo. Toda nuestra atención está puesta en las sensaciones agradables que estamos experimentando. Ya no prestamos atención en el tiempo, entonces percibimos que las horas vuelan.

Las emociones pueden clasificarse según su nivel de activación y sin son positivas o negativas:



Por otra parte esto que sucede es una distorsión del tiempo cuyo lado más negativo y peligroso se manifiesta con la depresión y la ansiedad. Estos sentimientos generan un profundo malestar que hace que la persona examine constantemente sus sensaciones y su evolución percibiendo una dilatación angustiante de las horas.

reloj de arena con una persona adentro sentada


Como conclusión podemos decir que la realidad física del tiempo es contante. Es decir, que la distancia entre un segundo y el que sigue no cambia nunca. Lo que cambia es la realidad individual de cada persona que deforma y reconstruye la sensación del tiempo, percibiendo que el tiempo vuele o se estanque.

Para terminar ¿Sabés a que se refiere la palabra blursday? Es un concepto que apareció en el 2020 con la pandemia?

 

 Fuente: https://gurl.pw/l7YV


 










¿Quién dice que los estudiantes no comprenden lo que leen?

¿Quién dice que los estudiantes no comprenden lo que leen?

Tiempo atrás, en “El país donde siempre ganan los malos”, un post sobre la corrupción en la Argentina, hice alusión a un artículo de hace unos 15 años escrito por el Dr. Guillermo Jaim Etcheverry que en su momento me había causado una gran impresión. Al armar ese post lo busqué en internet de todas las maneras imaginables y no pude encontrarlo.

Tiempo después quise citar el mismo artículo en una conferencia y esa vez se me ocurrió contactar al propio autor, con la esperanza de que él supiera dónde podría encontrarlo. Grande fue mi sorpresa cuando un largo rato después el Dr. Jaim Etcheverry me respondió que había pasado varias horas revolviendo cajas hasta dar con una copia en papel del diario donde apareció el artículo en cuestión.

Me lo envió por fax, lo leí, y probó ser aún más impactante de lo que lo recordaba- Y, pese a ser de hace 15 años su contenido sigue siendo completamente vigente. Le pedí permiso para transcribirlo y publicarlo aquí para que ustedes pudieran leerlo y él me autorizó.

El artículo, publicado en el diario La Nación el 12 de Febrero de 1994, había sido escrito días después de que se dieran a conocer los resultados de un estudio sobre el nivel de la educación en la Argentina y muchos se “rasgaban las vestiduras”, criticando cómo era posible que los jóvenes argentinos obtuvieran resultados tan malos en un test de comprensión de lectura. “Los estudiantes no comprenden lo que leen”, titularon muchos. Y aquí va la imperdible respuesta de Guillermo Jaim Etcheverry:
————————————————–

¿Quién dice que los estudiantes no comprenden lo que leen?

La reciente difusión de los resultados iniciales del Primer Operativo Nacional de Evaluación Educativa ha tenido la virtud de desatar una impostergable reflexión colectiva sobre la educación en la Argentina.

Nos escandalizamos al comprobar que casi el 70% de nuestros niños y jóvenes no comprenden lo que leen. Posiblemente no comprendan lo que leen en los libros (que casi no leen), pero comprenden muy bien lo que leen en la sociedad. Para comprobarlo propongo al lector un juego: responder a las preguntas que figuran en el recuadro (I). (Nota: lamentablemente el contenido del recuadro no estaba disponible).

Establecido así el contexto del análisis, hay que preguntase si nuestros chicos son tontos o, por el contrario, inteligentes cuando ignoran lo que predicamos e imitan lo que practicamos. Con su olfato entrenado para descubrir la hipocresía, los jóvenes leen con gran agudeza las señales que envía el mundo en el que deberán ganarse la vida. Siguen con gran dedicación las enseñanzas de sus maestros en este mundo, los verdaderos pedagogos nacionales: la televisión, la publicidad, el cine, el deporte, la música popular, la política y todo lo que entra en los espacios de celebridad que ellos definen.

Lo que los chicos saben es lo que les enseñan sus mayores con el ejemplo. 

Los más inteligentes son los primeros en aprender que resulta mucho más importante seguir lo que la sociedad enseña implícitamente con sus acciones y a través de sus estructuras de recompensa que lo que predica la escuela en lecciones y discursos de recto comportamiento.

La escuela, que puede y debe ejercer una función de liderazgo, está condenada a perder frente a una sociedad que a cada instante deshace prolijamente lo que pretende que la escuela construya.

Nuestra sociedad, que mayoritariamente honra la ambición descontrolada, recompensa la codicia, celebra el materialismo, ostenta impúdicamente la riqueza, tolera la corrupción, cultiva la superficialidad, desprecia el intelecto y adora el poder adquisitivo, pretende luego dirigirse a los jóvenes para convencerlos, con la palabra, de la fuerza del conocimiento, de las bondades de la cultura, la prioridad de la ética y la supremacía del espíritu. 

Los chicos entran en el juego, pero advierten que si realmente valoráramos a los maestros les pagaríamos lo que pagamos a quien repara el televisor, al plomero, a los corredores de Bolsa o al personal de servicio.

Si apreciáramos los libros, leeríamos más e invertiríamos nuestro dinero en ampliar la biblioteca antes que en autos, electrodomésticos o excursiones.

Alumnos ejemplares

Los medios de difusión más poderosos, que todo lo igualan, distribuyen en el planeta idéntico mensaje y encumbran como modelo a cualquier ignorante y/o amoral.

¿Por qué razón han de despreciar los jóvenes la ignorancia? 

Ejemplares alumnos de la realidad, aprenden bien sus lecciones. 

Si observan que esos personajes se alzan con millones por alguna proeza deportiva o por ulular ante multitudes mientras que un maestro de escuela recoge migajas, seguramente no dedicarán su vida a la docencia e intentarán abrirse camino en el deporte o en la música, aunque no lleguen a concretar grandes logros.

¿Con qué armas puede luchar un intelectual para desplazar del escenario de los modelos sociales al paradigma de virtudes que parecería ser, por ejemplo, un Michael Jackson?

La ignorancia de los jóvenes es nuestra propia ignorancia, que ellos asumen con envidiable capacidad. Un espejo que nos refleja con una fuerza que, al menos por un momento, incomoda. 

Aprenden lo que tan bien les enseñamos: que no encontrarán nada en Dante o en Bioy Casares, en Miguel Angel o en Pettoruti, en Shakespeare o en Cortázar que les sirva para escalar la cumbre de nuestra pirámide social. 

El objetivo es obtener, y pronto, mucho dinero.

La actividad intelectual es para gente rara. 

Ratas de biblioteca. Perdedores. Tal vez no podamos estar orgullosos de lo que enseñamos a los jóvenes, pero sí podemos estarlo por lo bien que aprenden nuestras lecciones.

Y así resulta lógico que mientras se recogen testimonios de preocupación por la educación se confirme que a nosotros no nos interesa, aunque juguemos bastante bien a “pretender que nos preocupa”.

Opinión de los padres

A este respecto resulta esclarecedor comparar el pobre rendimiento de los estudiantes al final del ciclo primario y secundario que acabamos de conocer con la opinión que sus padres tienen sobre la educación que reciben. 

Se ha realizado recientemente un estudio de la opinión de padres de alumnos de escuelas primarias y secundarias en el ámbito de la Capital Federal que confirma la tendencia de un análisis similar llevado a cabo en 1992 (2).

El 73.4% de los padres consultados se manifiesta satisfecho o muy satisfecho con el colegio al que asisten sus hijos, mientras que sólo el 9.2% está poco o nada satisfecho. La principal razón por tal satisfacción es el “buen nivel de enseñanza” (64.5%).

Están más conformes los padres que envían a sus hijos a colegios de gestión privada (84.5%) que los que lo hacen a la escuela pública (65.7%). 

El 80% de los padres evalúa como muy positivo el “conocimiento de matemática” de sus hijos, mientras que el 83% estima que el colegio les brinda un buen nivel en lenguaje.

El 54% de los padres considera que el rendimiento de los alumnos es en general bueno o aceptable, mientras que el 36% piensa que es regular y solamente el 8% lo considera malo.

En otras palabras, mientras los padres, en su mayoría, están conformes con la enseñanza que reciben sus hijos en sus respectivos colegios, los datos objetivos muestran serias deficiencias en matemática y lenguaje. Los padres perciben a la enseñanza privada como mucho mejor que la pública, lo que es lógico, porque de otro modo no pagarían por ella.

Sin embargo, la evaluación no justifica esa superioridad, al menos en cuanto a conocimientos, que no es el único objetivo de la educación. Al no advertir la crisis los padres no parecen tampoco apoyar una intensificación de la enseñanza: sólo el 17% está de acuerdo con que sus hijos tengan más días de asistencia (¿peligran las vacaciones?) o más horas de clases por día. ¡El 1,6% vería con agrado evaluaciones más exigentes!

Reflejo de valores

Posiblemente haya entre nosotros un sentimiento confuso acerca de la crisis de la enseñanza, pero nadie parecería interpretar que el desastre –que con competencia técnica acaba de investigarse y con gran valentía se ha hecho público- se aloja entre las paredes de nuestras casas y refleja nuestros valores.

¿Es creíble el discurso de la excelencia en un país que condena a la trastienda a sus maestros, los encargados de conservar el futuro común?

Si fuéramos serios en nuestra preocupación por la educación pagaríamos razonablemente a los maestros, garantizaríamos su perfeccionamiento, equiparíamos los edificios escolares, extenderíamos los días de clase. Si fuéramos serios pondríamos el dinero donde ponemos nuestra palabra. Los chicos se dan cuenta de que no hacemos nada de esto, es decir de que la educación no nos importa.

No somos serios: abandonamos la escuela pública porque abandonamos a los niños porque abandonamos el futuro, abandonamos el futuro porque abandonamos la democracia, ya que no habrá democracia sin escuela pública, el único igualador social. 

Una conclusión que para algunos será peor: si el futuro se acaba antes de comenzar, ni siquiera la economía importa.

(1)   Adaptado de Benjamin R. Barber, “An Aristocracy of Everyone”, Ballantine books, Nueva York. 1992.
(2)   Demandas sociales respecto de la reforma del sistema educativo; análisis de opinión pública en el área de la Capital Federal, Investigación de Sofres Ibope para la Fundación Banco Crédito Argentino, octubre  de 1993.
Fuente: Diario La Nación del 12 de Febrero de 1994
———————————————————————
Espero que les haya resultado tan interesante como a mí entonces y hoy en día. Me queda dando vueltas la pregunta de si el Dr. Jaim Etcheverry siente que pudo hacer algo para cambiar el curso de la realidad desde su lugar como Rector de la Universidad de Buenos Aires, entre 2002 y 2006. Ojalá algún día tenga la oportunidad de preguntárselo en una entrevista.

Mientras tanto, nos queda pensar qué cosas está a nuestro alcance hacer para cambiar el mensaje que damos de ser una sociedad  que “honra la ambición descontrolada, recompensa la codicia, celebra el materialismo, ostenta impúdicamente la riqueza, tolera la corrupción, cultiva la superficialidad, desprecia el intelecto y adora el poder adquisitivo”.

Yo, que hice dieciseis de los veinte años de mi educación formal en escuelas públicas, tiendo a pensar que una educación pública de calidad y accesible a todo el mundo es una parte fundamental de la respuesta.

(Comentario extraído de un grupo de intercambio)


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Freud y Bleuler: un encuentro conflictivo

Freud y Bleuler: un encuentro conflictivo


Freud y Bleuler


Bleuler, a pesar de su innegable curiosidad intelectual, no entendía
demasiado las complejidades y la audacia teórica del psicoanálisis de Freud

Mercedes Allendesalazar

  Sigmund Freud
Retrato de Sigmund Freud. AP

La correspondencia entre Freud y Bleuler narra la historia de un
encuentro y de un desencuentro. Cuenta, además, mil detalles
reveladores de la vida cotidiana de estos dos trabajadores
empedernidos: las rivalidades, los celos, el respeto mutuo, la cita a
mitad de camino entre Zúrich y Viena, en la estación de Múnich, un 25 de diciembre de 1910, a las seis de la mañana, seguida de un encuentro secreto de Freud con Jung sin que se enterara Bleuler. 

Pero estas cartas muestran sobre todo la dificultad de Freud en aceptar la ambivalencia de Bleuler, su ansia de médico judío, en un momento en el que el antisemitismo ya era una evidencia, por utilizar y poner al servicio de su causa cualquier nombre oficial, a ser posible el de un goy [cristiano] que tuviera una posición asentada en el campo de la psiquiatría institucional con el fin de asegurar la respetabilidad del psicoanálisis.

La correspondencia entre Eugen Bleuler (1857-1939), director del
Burghölzli, la más avanzada clínica psiquiátrica de la Europa de
principios de siglo, y Sigmund Freud (1856-1939), un neurólogo vienés que iba a transformar el sentido y la curación de numerosas
enfermedades mentales mediante la eficacia de la palabra, muestra no solo la libertad y la soledad de Freud sino también la de Bleuler.

Este psiquiatra suizo alemánico, de temperamento independiente, capaz de admirar la radical novedad de Freud y su aporte a la psiquiatría moderna, se mantuvo, al mismo tiempo, ajeno a cualquier forma de lo que él consideraba una ortodoxia peligrosa. 

Bleuler, como Breuer o Jung, no pudo aceptar la importancia de la sexualidad en la etiología de neurosis y psicosis. A diferencia de Freud, tampoco le interesaba expandir ninguna doctrina ni instituir ningún poder, los problemas de la Asociación Internacional Psicoanalítica le eran indiferentes y esta primera IPA le parecía demasiado cerrada y poco científica.

Bleuler era ante todo un médico preocupado por sus enfermos y las
ventajas que el diálogo entre psiquiatría y psicoanálisis podría
aportarles. No soportaba, al margen de su antialcoholismo notorio, las capillas ni los climas sectarios. Freud, en cambio, que apreciaba
mucho, como él escribe, en una carta llena de gracia, "el alcohol de
los demás", era un fundador. Un fundador de una práctica y de un saber nuevos, y le preocupaba, como a cualquier conquistador, asegurar la solidez incondicional de los lazos de obediencia entre sus tropas.

Quizá pueda decirse que alguno de sus discípulos más creativos, como el húngaro Sandor Ferenczi, pagaron con un gran desprecio por parte de Freud su sensibilidad y su libertad analítica.

La frontera entre Bleuler y Freud

A su manera, Bleuler había transformado la psiquiatría de Emil
Kraepelin, en donde ni la subjetividad del enfermo ni la del médico
contaban para nada, en una escucha individual que permitía un nuevo acercamiento a las psicosis. 

El psiquiatra suizo comprendió muy rápidamente la novedad que aportaba el psicoanálisis, novedad basada en el engarce entre la subjetividad del paciente y la propia subjetividad, evidentemente "trabajada", del analista. El médico dejaba de ser un mero observador que todo lo sabía desde un principio para convertirse en un actor, junto con su paciente, de un nuevo proceso de vida. Así, gracias a su "docta ignorancia" (o sea, a su capacidad de "no saber" ejercitada desde un saber teórico pero también subjetivo de lo que estaba actuando en la palabra y las emociones del paciente), podían llegar entre ambos a transformarlo o, incluso, reconstruirlo, como en el caso de algunas psicosis cuando la afectividad ha quedado arrasada.

Pero a Bleuler lo que le interesaba era explorar la esquizofrenia y el
autismo, conceptos hasta entonces muy poco conocidos —"mi autismo no se deja deducir de la sexualidad"— . Aquí empezaba la frontera entre él y Freud. Para Freud, la escisión del yo pertenecía más bien al ámbito de histerias y psicosis y el autismo era una etapa originaria en la sexualidad de todos los humanos que Freud, además, no llamaba autismo sino "autoerotismo", cosa que molestaba mucho a Bleuler. 

Según Freud, esta etapa fundamental del desarrollo podía, cuando el niño había sido herido, quedar bloqueada y dar lugar a un terrible
estrechamiento de la conciencia y de la vida.

El caso es que Bleuler, a pesar de su innegable curiosidad 
intelectual, no entendía demasiado las complejidades y la audacia
teórica de Freud, que jamás dudaba en afinar ininterrumpidamente sus descubrimientos, e incluso en desmontar sus propios conceptos, para hacerlos avanzar en función de una nueva experiencia clínica, basada en la observación.

Hombre de origen rural, preocupado por cuestiones prácticas, el médico suizo prefería enraizarse en su práctica empírica de médico más que en las sutilezas de los descubrimientos conceptuales demasiado ajenos a su trabajo.

Su clientela no estaba compuesta de neuróticos como
mayormente lo estaba la de Freud. 

A Bleuler le costaba, como él se queja en las cartas, no solo asociar libremente sino comprender la libertad intelectual de Freud. A éste le reprochaba su capacidad de volver siempre a lo mismo añadiendo nuevos matices, nuevas diferencias: "Sus conceptos psicológicos son conceptos provisorios creados en función de sus experiencias del momento; son susceptibles a cada instante de ser modificados por nuevas experiencias (...) no tienen límites definidos".

El interés teórico de los textos de Freud y su dimensión viva, al
presentarse siempre escritos como un proceso en curso de pensamiento y de observación, de lo que hasta entonces no había sido ni siquiera observado o pensado, parece haberle resultado a Bleuler demasiado complejo.

A Freud, habitante de una capital que era el centro de un imperio,
llena de cafés, de periódicos y de novedades en todos los campos de las artes y de las ciencias, le apasionaba la literatura, la filosofía
de su época, la mitología, la arqueología, el tema de la historia, del
tiempo que pasa, de aquello que nace, se transforma y muere; o sea, el tema, vienés por excelencia, de la modernidad, el tema de lo que somos y vamos perdiendo. Freud disfrutaba escribiendo y construyendo redes para afianzar la existencia del recién nacido psicoanálisis. Pues la mayoría de los vieneses eran checos, polacos, húngaros, rusos o lo habían sido sus abuelos y Freud, como todos aquellos judíos urbanos de entonces, era hombre de extensos espacios.

Este ir y venir conceptual y geográfico era sin duda ajeno a Bleuler.

El médico suizo reprochaba al vienés con mucha finura que todo lo que a él le molestaba lo convertía en resistencia. Sobre todo le
reprochaba el no aceptar el conflicto con los demás y el preferir
quedarse en el círculo, ciertamente internacional pero familiar al fin
y al cabo, de los que compartían su pensamiento. Sin embargo, el
verdadero interés de Bleuler por los descubrimientos del psicoanálisis le llevó a convertir su clínica de Zúrich en el primer centro psiquiátrico de la práctica psicoanalítica, por donde pasaron a formarse muchos de los grandes psiquiatras de entonces.

El veneno del inconsciente

La idea central de Freud, además de la del origen sexual de nuestro
deseo y de nuestras afecciones y sufrimientos psíquicos, fue la idea
de un inconsciente, rabiosamente eficiente pero desconocido para
nosotros. Esta idea paradójica les pareció a muchos imposible de
aceptar, incluso a Bleuler que tuvo la honradez intelectual de
mantener hasta el final su ambivalencia hacia las tesis de Freud,
asumiendo algunas de ellas a medias, como la de inconsciente, y
rechazando otras como el exceso que representa, no solo en niños sino en todos los adultos, la sexualidad.

Bleuler no pudo hacer suya la radicalidad que Freud atribuyó al
inconsciente: "Lo inconsciente es lo psíquico verdaderamente real, nos es tan desconocido en su naturaleza interna como lo real del mundo exterior, y nos es dado por los datos de la conciencia de manera tan incompleta como lo es el mundo exterior por las indicaciones de nuestros órganos sensoriales".

Resultaba duro aceptar que ignoramos la esencia misma de nuestro deseo y, peor aún, que ni siquiera somos dueños de nosotros mismos, que siempre nos falta algo y que esta carencia es la que nos hace humanos.

Eugen Bleuler, Karl Abraham, Karl Jung, Ludwig Binswanger y todos aquellos que pasaron por la clínica del Burghörzli asumieron la responsabilidad de aceptar y difundir, cada uno a su manera, en mayor o menor medida, esta noción venenosa de inconsciente. Venenosa sobre todo para nuestra omnipotencia infantil porque obliga, para poder vivir con los demás, a imponer al deseo unos límites claros, como el principio de realidad frente al del placer.

Estos psiquiatras adoptaron el inconsciente cada cual con su estilo,
de una manera tímida pero eficaz como Bleuler, comprometida con cierta religiosidad y sobre todo más adelante con el régimen nazi como Jung o de una manera propiamente fenomenológica y filosófica como Binswanger.

Pero la receptividad de todos ellos a las tesis freudianas fue
suficiente como para que el concepto de inconsciente comenzara a cavar surcos inesperados, caminos teóricos y prácticos que conducían a la ruta abierta por sus defensores.

Y así, burlando la oposición de sus adversarios como si la historia se escribiera siempre con renglones torcidos, esta noción de inconsciente se deslizó por Europa y sobre todo, a raíz de la guerra, en Inglaterra, adonde había emigrado Freud en 1938. Allí fue abriéndose paso por los hospitales públicos, por dispensarios de barrios y pueblos, en las aulas de las universidades, hasta en la radio, rebosando con creces los círculos de especialistas y la intimidad de las consultas privadas. Acaso ni el propio Freud soñara que este difícil concepto de inconsciente fuera a existir, además de en un espacio institucional receptivo a la subjetividad y al dolor de los pacientes, niños y adultos, en aquel más amplio de la cultura europea.

A través de su apuesta por el inconsciente, Freud y generaciones de
analistas se han empeñado en escuchar la palabra de los que se
quedadaron atados a un dolor repetitivo y mudo que no podía ser
elaborado sin que otro ayudara a transformarlo, dando importancia a la palabra no sabida. 

La correspondencia entre Freud y Bleuler permite al lector asomarse al nacer de este descubrimiento de la subjetividad en
el mundo de la psiquiatría y de las psicosis.



Sigmund Freud- Eugen Bleuler. Lettres 1904-1937. NRF, Gallimard, Paris, 2016.




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Cómo transformar un pensamiento negativo en positivo

Cómo transformar un pensamiento negativo en positivo

¿Sabes cómo trasformar un pensamiento negativo en positivo?

¿Se puede transformar un pensamiento negativo en un pensamiento positivo? 

Barbara Fredrickson, psicóloga de la Universidad de Carolina del Norte (EEUU), ha demostrado cómo una actitud optimista frente a la vida puede ayudar al cerebro a pelear contra las emociones negativas. 

La investigadora ha constatado que, mediante determinados ejercicios, el cuerpo puede ser entrenado para promover respuestas positivas y multiplicarlas, logrando así generar un amortiguador natural contra el estrés y la depresión.

Lo primero que tenemos que tener claro es que los pensamientos a los que les “declaremos la guerra” nos van a atacar. Si cada vez que llega a nuestra mente un pensamiento negativo, nos resistimos a él, nos oponemos, o lo negamos, lo que va a suceder es que ese pensamiento va a persistir, y va a permanecer en nuestra mente una y otra vez. Cada pensamiento desencadenará más pensamientos de su misma naturaleza, y así hasta generar toda una inundación cognitiva que no nos ayuda.

Los pensamientos que tenemos pueden afectar nuestra vida cotidiana e incluso a nuestras emociones y comportamientos. Es importante entender la relación que existe entre contrarrestar el pensamiento negativo y reducir las consecuencias negativas del mismo. Para esto, lo primero que tenemos que hacer es identificar nuestros patrones de pensamientos negativos automáticos, que por la fuerza de la costumbre han pasado a formar parte de nuestras creencias fundamentales.

Nuestras creencias fundamentales están llenas de sesgos o distorsiones cognitivas. Es hora de identificar estas distorsiones y combatirlas para generar pensamientos positivos frente a cada nueva situación. Estos sesgos o distorsiones hacen que nuestra mente elimine la información que no le conviene para el mantenimiento de nuestras creencias y agrande o magnifique la información que sí concuerda con nuestra manera de ver la vida.

“El trabajo del pensamiento se parece a la perforación de un pozo: el agua es turbia al principio, mas luego se clarifica” -Proverbio chino-

Los pensamientos solo son una parte modificable de ti

El cerebro no busca la verdad, sino sobrevivir. En un mundo prehistórico, esta manera de comportamiento mental fue muy acertada, pero en el actual muchas cosas han cambiado. Ahora no es tan necesario dar una respuesta rápida para sobrevivir, como una respuesta adaptada a cada situación. 

Tenemos que tener presente que nuestro cerebro puede, en ocasiones, estar equivocado: puede que nos muestre la situación como piensa que es y no como en realidad es.

La mente busca ahorrar energía, darnos rápidamente una respuesta ante un suceso concreto, para tratar de tomar control y proporcionarnos seguridad y tranquilidad. Es en estos atajos mentales donde se producen las mayores distorsiones. Nuestro cerebro primitivo tiende a actuar rápidamente, como tenían que actuar nuestros antepasados para sobrevivir, de ahí el exceso de generalizaciones, filtraciones negativas y rigidez mental cuando procesamos la información de manera rápida.

En la actualidad, en nuestra sociedad son muy pocas las situaciones de peligro real que nos encontramos en nuestro día a día; casi todas las situaciones de amenaza son imaginadas o para las que sobredimensionan las consecuencias. Procesar la información de manera rápida nos hace caer en los sesgos que intentan hacer nítida una imagen distorsionada por la rapidez con la que la que hemos intentado procesarla.

Una de las mayores distorsiones involuntarias consiste en aceptar como una verdad absoluta la probabilidad de que algo pueda ocurrir. Esto nos lleva a actuar de manera ansiosa o deprimida sin que el hecho haya ocurrido. Solo alrededor del 20% de nuestros pensamientos ocurren en realidad. Así, nuestros pensamientos no deben de ser los jueces de nuestra vida, sino más bien los espectadores.

“Ni tu peor enemigo puede hacerte tanto daño como tus propios pensamientos”

La abstracción selectiva: maximizar lo negativo y minimizar lo positivo

La abstracción selectiva es una distorsión del pensamiento que te lleva a sentir que lo negativo es más relevante y está más presente en las situaciones que lo positivo. No es algo que te propongas, simplemente se convierte en una forma automática de procesar la realidad. Es muy probable que hayas adoptado esta forma de pensar por “herencia educativa” y no te hayas parado a cuestionarla.

Cuando se ha vivido en entornos donde se pone de relieve lo negativo de cada persona o situación, te acostumbras a pensar que este tipo de análisis es el correcto. Además, esta perspectiva va quedando fijada en tu cerebro paulatinamente y por eso no logras detectar las grietas que de verdad existen en tus razonamientos.

Puede que incluso hayas incorporado algunas justificaciones para pensar de esta manera. Quizás crees que si solamente te detienes en lo negativo, vas a correr menos riesgo de sentirte desilusionado o frustrado al no alcanzar un objetivo, o descubrir los errores o vacíos de las demás personas. 

También es posible que creas en aquello de que ver lo negativo es una actitud más analítica y crítica, porque lo bueno no hay que tocarlo y en cambio lo malo es lo que se debe mejorar.

La abstracción selectiva en la vida cotidiana

Las personas que mantienen esta distorsión en el pensamiento se muestran enfadadas con frecuencia. 

Es usual que tengan todo un catálogo de lo que no soportan o de lo que les indigna. No aguantan la impuntualidad, toleran todo menos la mentira, les revienta que la gente sea conformista y cosas por el estilo. A la vez, se sienten indignados y hasta agredidos por los errores de los otros. Esto, además, puede ser una forma de pensar que les enorgullezca.

La abstracción selectiva no solamente se dirige al mundo externo, sino que también, y muy especialmente, termina aplicándose a uno mismo. Esto da como resultado aquellas personas a quienes les decimos que “se arman una película en la cabeza”. Dicho de otro modo, son quienes suelen imaginar el desenlace de todas las situaciones como algo terrible o, en todo caso, negativo para ellos.

Este puede ser un ejemplo: el novio tarda un poco en llegar a la cita con la novia. Ella comienza a desesperarse y lo que imagina es que tal vez sea una manera que él tiene para comunicarle que ya no está tan interesado en la relación como antes.
Termina pensando que se trata de un hombre desconsiderado, egoísta y que, además, no la quiere, como en su mente se ha dicho a ella misma muchas veces. Cuando él llega, lo que hace es precisamente lanzarle todas esas acusaciones, sin tener en cuenta que su tardanza se debió a un accidente de tráfico, algo que escapa por completo a la voluntad del novio pero que ha tenido que sufrir igual o más que la novia.

Otro ejemplo, aplicado al trabajo, es el de alguien que ha preparado cuidadosamente una exposición y, tal como lo espera, resulta exitosa. Sin embargo, alguno de los asistentes hace alguna crítica respecto a un aspecto menor de la presentación. De esta manera, nuestro presentador elimina la sensación de triunfo y en su memoria solamente queda almacenada esta crítica, en la que se va a recrear una y otra vez los días siguientes.
Sale pensando que quizás los demás también tenían reparos, pero el único que lo expresó en voz alta fue quien formuló la crítica. Llega a creer que quizás todo su esfuerzo fue en vano, porque la presentación no respondió a sus expectativas, que en todo momento estaban condicionadas al cumplimiento de las expectativas de los demás.

Luchando contra la abstracción selectiva

Mantener la mente en el registro de la abstracción selectiva, indefectiblemente, nos conduce a estados de frustración y enojo. No es algo que enriquezca la vida de alguna manera, ni tampoco un tipo de pensamiento que se deba cultivar. Todo lo contrario: lo aconsejable es erradicar ese automatismo de nuestra mente, para llevar una vida más plena. Pero, ¿cómo lograrlo?

Como todo comportamiento mecánico, lo primero es hacer conciencia de que incurrimos en él. Es bueno que te hagas la siguiente pregunta: ¿cuánto valor le doy a lo negativo en las personas o en las situaciones?, ¿pienso, de algún modo, que lo negativo es algo que merece más aprecio que lo positivo?

Una vez que se reconoce la existencia de esa abstracción selectiva en nuestro pensamiento, lo siguiente es llevar a cabo un proceso de auto-observación para detectar si nos pasa con todo y con todos o se activa solamente en determinadas circunstancias. Esta actitud auto vigilante nos permitirá percatarnos de aquello que desata la distorsión. Lo más probable es que descubramos que el mecanismo se dispara en circunstancias que nos generan inseguridad.

Cuando llegue ese momento en que nos digamos a nosotros mismos: “Oye, estás viendo solamente lo malo”, estamos listos para dar el siguiente paso. ¿Por qué no intentar ver lo bueno, lo positivo?

Trata de convertirlo en un ejercicio permanente, casi en otro automatismo: a cada valoración negativa que hagas de algo o de alguien, inmediatamente debes contraponer una valoración positiva. “Encontré este defecto, ahora la tarea es encontrar una virtud”. Así estarás en el camino de superar el terrible peso de un pensamiento con abstracción selectiva.

Entiende a tu mente y tu mente te entenderá a ti

La mayoría de nosotros solemos dedicar una parte de nuestra atención a las actividades que estamos realizando en el momento, mientras que la mente y los pensamientos están trabajando en otro problema. Actuar así se denomina vivir con el “piloto automático”, ocupándonos de lo que hacemos con muy poca conciencia de los detalles del momento.

Ser plenamente conscientes de lo que está ocurriendo aquí y ahora es el estado ideal para combatir los pensamientos negativos. Aceptar que ese tipo de pensamientos son necesarios en determinadas circunstancias, y un círculo vicioso de premoniciones negativas que se retroalimentan, nos da la clave para contrarrestarlos por pensamientos más ajustados a la realidad.

Es posible que haya elementos de determinadas situaciones que no podamos cambiar, como el dolor, la enfermedad o una circunstancia difícil, pero al menos podremos darnos cuenta de cómo reaccionamos o respondemos a todo lo que nos ocurre. Haciéndolo nos situaremos en posición de desarrollar estrategias para cambiar la relación que tenemos con nuestras circunstancias y los filtros -no siempre amigos- que utilizamos para procesarlas.



“El cazador que persigue dos conejos no atrapa ninguno”


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La delgada línea entre bibliotecas públicas y el uso compartido de archivos

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La delgada línea entre bibliotecas públicas y el uso compartido de archivos

Por: Rick Falkvinge

La delgada línea entre bibliotecas públicas y el uso compartido de archivos 

El propósito de las bibliotecas públicas es el mismo que el efecto que tiene el uso compartido de archivos. No se puede defender uno y atacar el otro.

Las bibliotecas públicas comenzaron a aparecer a mediados de1800. En ese momento, las editoriales enfurecieron, pues llevaban un tiempo haciendo lobby para que el préstamo de libros fuera ilegal porque, en su opinión, leer un libro sin haber pagado antes era “robar”. Como consecuencia, consideraban que las bibliotecas públicas del momento eran un hervidero de criminales y robos (aquellas instituciones eran llamadas “bibliotecas por suscripción”, así que se les tildaba como organizaciones con ánimo de lucro, además).
En ese momento, el Parlamento británico, a diferencia de los políticos de hoy, estuvo en sabio desacuerdo con el lobby de la industria editorial. Los legisladores vieron el valor económico de tener un público educado y culto e introdujeron una ley que permitía la existencia de bibliotecas públicas gratuitas en 1850.
En otras palabras, hicieron excepciones explícitas al monopolio del derecho de autor para beneficiar el acceso a la cultura y el conocimiento. En buena parte de la legislación sobre derecho de autor actual dice explícitamente que los dueños de los derechos no pueden objetar la lectura y préstamo de sus trabajos en el contexto de las bibliotecas públicas. Este hecho puede ser rastreado hasta las discusiones de 1850.
¿Esto como difiere de la práctica de compartir archivos de hoy, de la manufactura de una copia propia del conocimiento y la cultura derivada de otras fuentes? ¿Hay alguna diferencia?
Sí, son diferentes. Son diferentes en cuanto a la eficiencia. Allí en donde las bibliotecas públicas pueden educar a un ciudadano a la vez por cada libro original, el uso compartido de archivos tiene el potencial de hacerlo con millones a la vez, todo con el mismo esfuerzo que ya se invierte. 

Las bibliotecas y el uso compartido de archivos no son diferentes en términos de pagos ante los titulares de derechos de autor (ante los dueños del monopolio). Es muy común escuchar que los autores reciben regalías cuando sus libros son prestados en una biblioteca.Esto no es cierto. Los autores reciben una porción de dinero muy diluida en la mayoría de países europeos, que está basada en las estadísticas de lectura de estas instituciones, pero no es una forma de compensación por la actividad en esa biblioteca en particular. La diferencia es crucial.
En cambio, ese dinero “proveniente de las bibliotecas” es una especie de subvención que se otorga de forma unilateral cuando se utilizan los datos estadísticos de las bibliotecas. No es cierto que los autores reciban dinero cuando sus libros son prestados. En algunos casos sí sucede, pero esto es apenas una coincidencia. Cuando un libro de Harry Potter es pedido en préstamo en una biblioteca pública en Suecia, por ejemplo, J.K. Rowling (la autora) no recibe un solo centavo por esto. Cosa que sí pasa con el traductor, como parte de un apoyo para promover la disponibilidad de la cultura en el idioma local, no para compensar al autor. La conexión entre préstamos y compensaciones puede ser derrotada con ejemplos triviales.
Las bibliotecas y el uso compartido de archivos no son diferentes en  el fin que persiguen. El propósito de estas instituciones es poner la cultura y el conocimiento gratuitamente a disposición de tantas personas como sea posible, tan sólo por los grandes beneficios socioeconómicos de tener una población educada y culta. ¿En qué difiere esto de lo que sucede cuando se comparten archivos?
Uno simplemente no puede defender las bibliotecas públicas y oponerse al uso compartido de archivos. Ambas cosas hacen parte del mismo fenómeno, sólo que uno es vastamente más eficiente que el otro.
Durante la discusión de 1850, un editor argumentaba que, parafraseándolo, “no se puede permitir que la gente simplemente lea libros gratuitamente. Si hay una ley que avale esto, entonces ningún autor va a volver a recibir un centavo por sus libros de nuevo. No se van a escribir más libros si esta legislación es aprobada”. Tristemente, he perdido la fuente original de esta cita, que llegó a mí en febrero de 2009.
En efecto, ningún libro ha sido escrito desde 1850. Y ninguna película o pieza musical ha sido creada desde que, alrededor de 1999, se comenzaron a compartir archivos a gran escala a través de internet. La cosa ha sido así o, más bien, estos argumentos son falaces.
Hemos construido la biblioteca pública más grande de todos los tiempos. Toda la humanidad puede acceder al conocimiento colectivo de la especie 24 horas al día, siete días a la semana, y además contribuir a este repositorio comunitario. Todas las herramientas y la infraestructura necesarias están listas. No hay que invertir un solo centavo en dinero de los contribuyentes para lograrlo. Lo único que se necesita es remover las restricciones que hay para acceder a estos servicios.

¿Por qué permitimos que una industria se interponga en el camino?

FALKVINGE, RICK 2015. La delgada línea entre bibliotecas públicas y el uso compartido de archivos. ElEspectador [en línea]. [Consulta: 22 mayo 2015]. Disponible en: Fuente de este artículo



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Dejemos que los niños se aburran

Dejemos que los niños se aburran

A los niños se les debe permitir que se aburran para que puedan desarrollar su capacidad innata de ser creativos, dice una experta en educación.

Teresa Belton, investigadora de la Universidad de Educación y Aprendizaje Permanente de la Universidad de East Anglia, en Reino Unido, le dijo a la BBC que las expectativas culturales de que los niños deben estar siempre activos podrían obstaculizar el desarrollo de su imaginación.

Belton se reunió con la escritora Meera Syal y con el artista Grayson Perry para analizar cómo el aburrimiento había ayudado a su creatividad cuando eran niños.

Syal dijo que aburrimiento la instó a escribir, mientras que Perry dijo que es un "estado creativo".

Belton conversó con varios autores, artistas y científicos para descubrir los efectos del aburrimiento.

Así, escuchó los recuerdos de Syal en una pequeña aldea minera en la que creció con pocas distracciones.
Belton asegura: "La falta de cosas que hacer la impulsó a hablar con gente que de otra forma no habría conocido y probar actividades que no habría hecho en otras circunstancias, como hablar con vecinos ancianos o aprender a hornear pasteles".

"El aburrimiento se asocia con frecuencia a la soledad y Syal pasó horas de su vida, durante su infancia, mirando a través de la ventana por campos y bosques, viendo el cambio de clima y las estaciones".

"Pero lo más importante es que el aburrimiento la hizo escribir. Llevaba un diario desde que era muy joven, lo llenó con sus observaciones, cuentos, poemas y diatribas. Y ella atribuye a estos inicios el que se convirtiera más tarde en una escritora".

'Reflexión'

La comediante, ahora escritora, señala: "La soledad forzada acompañada de una página en blanco es un estímulo maravilloso".

"El aburrimiento es un estado muy creativo"
Grayson Perry, artista

Pero Perry cree que el aburrimiento también era beneficioso para los adultos: "A medida que me hago mayor, agradezco la reflexión y el aburrimiento. El aburrimiento es un estado muy creativo".

Y la neuróloga y experta en el deterioro del cerebro Susan Greenfield, quien también habló con Syal, hizo referencia a su infancia en una familia con poco dinero y sin hermanos hasta los 13 años.

"Ella se entretenía felizmente inventando historias, haciendo dibujos de sus historias y yendo a la biblioteca".

Belton, experta en el impacto de las emociones en el comportamiento y el aprendizaje, dice que el aburrimiento puede ser una "sensación incómoda" y que por ello la sociedad ha "desarrollado la expectativa de estar constantemente ocupado y estimulado".

Pero advierte que ser creativo "implica ser capaz de desarrollar un estímulo interno".
"La naturaleza aborrece el vacío y nosotros lo tratamos de llenar", dijo.

"Algunos jóvenes que no cuentan con los recursos interiores o las respuestas para hacerle frente a ese aburrimiento de forma creativa, terminan destrozando las paradas de autobús o dando vueltas en auto".
'Cortocircuito'.

La académica, quien previamente había estudiado el impacto de la televisión y los videos en la escritura de los niños, dice: "Ahora, cuando los niños no tienen nada que hacer, de inmediato encienden el televisor, la computadora, el teléfono o algún tipo de pantalla. El tiempo que pasan frente a estas cosas se ha incrementado".

Según los estudios, el aburrimiento también es beneficioso para los adultos.

"Pero los niños necesitan tener tiempo para 'no hacer nada', tiempo para imaginar y perseguir sus propios procesos de pensamiento o asimilar sus experiencias a través del juego o simplemente observar el mundo que les rodea".

Ese es el tipo de cosa que estimula la imaginación, agrega, mientras que la pantalla "tiende a hacer un cortocircuito en ese proceso y el desarrollo de la capacidad creativa".

Syal añade: "Uno empieza a escribir porque no hay nada que probar, nada que perder, nada más que hacer".

"Es muy liberador ser creativo no por otra razón que no sea dejarse llevar y matar el tiempo".

Belton concluye: "Por el bien de la creatividad tal vez tenemos que reducir la velocidad y desconectarnos de vez en cuando".


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Bullying, el acoso invisible


 Domingo, 30 de septiembre de 2008.
SOCIEDAD › LA NOTA PREMIADA DEL CONCURSO PERIODISTICO PARA ESTUDIANTES SECUNDARIOS

Bullying, el acoso invisible

La nota que se publica aquí fue seleccionada en el Certamen Nacional “Periodistas por un día”, que organizan el Programa Escuela y Medios del Ministerio de Educación de la Nación y la Asociación de Editores de Diarios de Buenos Aires (Aedba).
“Fui victima del bullying durante muchos años, desde la primaria. Me sentía molestada, ofendida, despreciada por mis propios compañeros. Cuando era muy chica tuve parálisis cerebral, que me dejó secuelas. Por eso tengo dificultad para caminar”, recuerda Yas, estudiante de una escuela media de la ciudad de Buenos Aires. ¿Qué es el bullying? Esta palabra en inglés se generalizó para designar un fenómeno bastante común entre los estudiantes: el acoso y el maltrato. Es un maltrato que una víctima recibe de un victimario, que cruelmente cumple con el objetivo de asustarlo y someterlo con burlas y agresiones de distinto tipo. Esto provoca la exclusión social del agredido.
El bullying, acción bastante común en las escuelas primarias y secundarias, es “un comportamiento prolongado de insulto verbal, rechazo social, intimidación psicológica o agresión física de uno o unos niños hacia otro que se convierte en víctima”, dice María Zysman, psicopedagoga del equipo Bullying Cero Argentina.
No todo acto agresivo entra en la categoría de bullying. Para que se cumplan se tienen que dar una serie de condiciones:
- Una víctima, casi siempre indefensa, que es objeto de ataques reiterados de parte de uno o varios compañeros.
- Desigualdad de poder, ya que siempre hay un “fuerte” que se impone a un “débil”.
- Repetición: el acto agresivo se reitera, sucede durante un tiempo largo y de forma reiterada.
El bullying puede manifestarse de diferentes maneras, o sea que existen diversos tipos de acoso:
- Físico: “Lo golpeaba en la cabeza cada vez que no me convidaba golosinas” –dice Mariano, de 15 años–. Yo era chico y tenía un tío joven que me decía que los hombres tienen que hacerse valer por la fuerza. Le creía porque era mi tío y era más grande que yo. El era mi modelo y entonces yo agarraba a alguien de punto. A este pibe lo tenía loco. Le quitaba todo lo que se compraba: chicles, caramelos. Si no, lo golpeaba.”
- Verbal: “Cuando estaba en 4o grado mi mamá me llevó al oculista porque no veía bien. La maestra me había sentado en el primer banco y me cargaban porque era alta. El oculista me recetó anteojos. El día que los tuve, fui recontenta al colegio porque ahora me iba a sentar atrás. Pero cuando me vieron me empezaron a gritar ‘Cuatro ojos, ahí viene la Cuatro ojos’ y cosas así. Me sacaba los anteojos y no veía, y si me los ponía se burlaban de mí”, cuenta Gladis, de 15 años.
- Psicológico: “Yo traigo plata y me compro algo en el buffet, todos los días. Vienen los de 4o y me rodean para sacarme lo que compré. A mí me da mucho miedo.” (Testimonio de Alan, 13 años.)
- Social: “Te cuento que yo iba a una escuela de Fuerte Apache, en la EGB. Ahí a todos nos gustaba la cumbia, la cumbia villera, ¿viste? Cuando terminé la EGB mi vieja quiso que me pasara al lado de Capital para terminar la secundaria. Fui a una escuela de Devoto. Como me gustaba la cumbia me empezaron a decir ‘villera’ y cosas peores. No podía soportarlo, pero no quería contarle a mi vieja para que no se armara lío.” (Romina, 15 años).
El acoso escolar es una forma más de discriminación, fenómeno muy extendido en la sociedad actual. Según María José Lubertino, titular del Inadi, en la ciudad de Buenos Aires más del 30 por ciento de las personas entrevistadas señala haber vivido situaciones de discriminación.
El acoso escolar no es nuevo. Existió desde siempre. En la época de nuestros abuelos, según nos cuentan ellos, las “cargadas” se hacían casi en secreto. “Siempre se tomaba a uno de punto, al narigón, al gordo, al muy alto, o al muy bajito, pero esto tenía poca carga agresiva, era más bien motivo de risa y ahí quedaba”, recuerda un abuelo.
En la actualidad, según cuenta el investigador Rolando Martiñá, “el bullying se hace público. No cualquiera es acosador y no cualquiera es el acosado, aunque sí cualquiera puede ser espectador. El bullying –explica Martiñá– cuenta con espectadores que suelen formar parte de un grupo acosador o que simplemente ‘disfrutan’ del espectáculo. A veces tratan de asociarse con el acosador para “compartir’ su poder y, a través de él, llegar a hacer algo que quizá deseen pero no se animan a concretar.
“Yo no digo nada cuando veo que joden a alguien... A veces porque tengo miedo y otras veces porque me río de lo que pasa. Y, sí, lo disfruto un poco –dice Darío, de 14 años–. Un día cuando salía de la escuela vi que había bardo en la esquina. Corrí como hacen todos los chabones. A uno le estaban dando con todo. Se burlaban porque su equipo de fútbol nunca ganaba. Siempre lo cargaban, pero ese día parece que él quiso defenderse y se la dieron mal. Yo me quedé mirando hasta que vino alguien de la escuela y todos salimos corriendo.”
Los agresores se sienten superiores a sus víctimas, por eso les imponen el maltrato. “Por lo general, proyectan en el otro sus propios problemas”, dice la psicológica Susana Ruettinger. “Las víctimas –explica– son en su mayoría retraídas, solitarias, casi nunca se defienden y, lo que es peor, no se lo cuentan a nadie por temor. Seguramente están pasando por un mal momento. Es una situación de discriminación social.”
“Yo permitía el maltrato porque mi mamá me había enseñado que no se pegaba a los compañeros. Entonces no me defendía”, cuenta Yas, alumna secundaria.
¿Por qué se produce el acoso escolar? ¿Cuáles son los motivos que llevan a uno o varios adolescentes a agredir reiteradamente a un compañero y “a tomarlo de punto”? ¿Cuáles son esas huellas que marcan al adolescente agresor? “En realidad, son personas que sufren”, dice la psicóloga social Liliana Bearzi. Muchas veces se trata de situaciones de violencia a nivel familiar que determinan que el adolescente, en este caso víctima en su casa, sienta la necesidad de “desquitarse”, de pasar de víctima a victimario. Entonces, se las toma con otro para mostrarse superior. El investigador José María Avilés Martínez explica que, algunas veces, un alumno que reiteradamente fracasa como estudiante puede sentir la urgencia de sobresalir en algo y elige la agresión a un indefenso como forma de mostrarse superior.
“Yo en primero era un burro, bah, no estudiaba nada. Repetí y me sentí remal porque estaba con los que venían de 7. Me las agarraba con dos pibas retragas. Empecé a cargarlas, a decirles de todo, hasta las hacía llorar”, recuerda Alcides, de 17 años.
Por otro lado, a menudo la escuela no proporciona suficiente contención como para evitar estas situaciones o asumirlas y remediarlas cuando se producen.
Los medios de comunicación tienen también su responsabilidad en esto conflictos. El Plan Nacional contra la Discriminación explica que “la imagen de los jóvenes que van construyendo los medios en su conjunto es francamente discriminatoria de sus capacidades. Esta situación puede llevar a acciones de violencia entre los espectadores adolescentes, que imitan modelos donde los ‘mejores’ se imponen a los ‘inferiores’ por el solo hecho de su poder. No se toman en cuenta las capacidades de cada uno; sólo se trata del ejercicio del poder sobre las víctimas”.
¿Qué hacer para enfrentar estas situaciones de acoso en la escuela? ¿Qué hacer para evitarlas? La psicóloga Bearzi propone la creación de espacios de la escuela en los que se dé lugar a la palabra de cada integrante, espacios en los que no sólo se acepten las diferencias sino en las que también se respeten y crear condiciones tales que los chicos no tengan la necesidad de agredir a otros para “sentirse bien”.

Fuente: Página 12


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